lunes, 2 de enero de 2012

¿Más estelar?

VI

Me preguntaste que cosas hacía ahora que estaba muerta, te dije que me empecé a comer las plantas, apareció Lucas y quería sentarme con los dos a jugar a la generala, Antonio trajo un conejo enorme y me dijo que los conejos se comían a las moscas, que lo dejemos en el techo de la casa, estaba desnuda, Lucas y Antonio me miraba, yo los miré y les dije que estaba bien, Antonio me abrazó y Lucas se fue, le dije a Antonio que abrazara a Lucas, pero no quería que me suelte a mí.

Hacía mucho calor a la mañana y salí rápido de la cama, me lavé la cara pero no los dientes, no tenía más pasta. Fui a la cocina comí un pedacito de pan que había arriba de la mesa, pegado con mermelada, no había ni café, ni té, no había nada. Miré a la sala y Boyo dormía arriba de la mesa sobre un rayo de sol, estiró las patas y maulló, fui a darle un beso en su cálida pancita que pedía comida, pero tampoco hay comida para Boyo. Fuimos juntos hasta el bar, llevé a boyo dentro de mi bolso y se comió unas migas se galletitas que llevaba dentro.
Antonio estaba limpiando la barra con un trapo muy roto, estaba escuchando un tango precioso, había un señor a mi izquierda tomando un algún aperitivo. Antonio estaba con los ojos puestos en la barra, en las manchas, en las migas, en el tango que le hacía morder el labio superior.
-¿Vos tenes pasta de dientes acá?-
-Ajá, buen día, cuesta ocho pesos… se te mueve el bolso- Antonio se reía mucho.
-Es que traigo a mi gato, dame la pasta, comida para él, y servime algo para desayunar-
-Estoy por cerrar, llevate las cosas, puedo ir a hacerte un desayuno a tu casa, estoy trabajando desde anoche- la propuesta de Antonio me sacó los ojos de las orbitas.
Boyo y yo volvimos a la casa, Boyo maullaba un poco, yo iba sin mirar el piso, iba sin mirar atrás, apurada por abrirle la puerta a Antonio.
Arreglé un poco la sala, ya había tocado el timbre cuando me acordé que tenía los dientes sucios y fui a cepillármelos a la velocidad de la luz. Le abrí la puerta y entró con la cara tapada de panes y dulces y una bolsa de naranjas. Se instaló en la cocina y no hablamos nada, me dijo que lo esperara en la sala. Me senté en el sillón y vi como se me torcían un poco los pies, soy muy elástica cuando estoy nerviosa, me retuerzo, hago caras espantosas.
Trajo unas tostadas preciosas y un jugo anaranjado riquísimo.
-¿Los muertos también comen? No parece muy diferente a estar vivo, ahora no tengo tanto miedo-
-Si, comemos mucho, pero no tenemos plata, gracias- ¿Podría besarlo con una tostada en la boca y quedar bellísima?
- Tenes un apetito muy vivo, Vecina Nueva, que curioso nombre, ¿Vecina debe ser un nombre Italiano verdad?-
-Si y significa: la que está más sola que una mariposa el día de su muerte- Los dos nos reímos un poco.
Seguimos comiendo tostadas y él me contó algo sobre cómo cuidar esos sillones viejos y que iba a venir arreglarles las patas. Yo lo miraba y asentía con la boca pegoteada de dulce.
¿Qué podía hacer ahora que estaba muerta? ¿Enamorarme no es la mejor opción y la más desmaterializada del universo, de ese nuevo universo de césped alto en el que estaba viviendo, cuando alguien nuevo te atraviesa el alma con una flor y la planta en el medio de tu corazón, con tan solo mirarle la pupila y entender que era lo más estelar que habías visto, más que las estrellas, más que el agua cuando refleja las estrellas? Siento que quiero vomitar plastilina cuando lo veo, que me brota un jardín por dentro, uno con las más exóticas especies que jamás haya visto.
¿Más estelar que una estrella? qué estupidez.

sábado, 29 de octubre de 2011

Cristo hace Gin-tonic

V

Los grillos estaban dando un concierto hermoso, las ranas acompañaban en la sinfonía y los perros interrumpían el melodioso panorama con quejidos hambrientos. El silencio no existe y es perfecto.
Él no tenía frío, yo sí, el traía la linterna, yo iba con los cordones desatados, pensando en Boyo, debería haberlo llevado conmigo, las chicas vestidas con remeras flúor y mini falda blanca iban a bailar, nos dirigíamos al único bar que hay en Chaco Chico, nos dirigía la luz y los gritos del alcohol.
Jesús iba pegado como un abrojo a mi cadera. Cruzamos la puerta y mil ojos se clavaron en nosotros, había cientos de botellas de cervezas antiguas en la pared, una de esas carameleras gigantes de la época de mis papás y las maquinitas de videojuegos enormes que parecen robots. Ya había encontrado mi lugar preferido en el barrio.
-Hola… ¿quieren tomar algo?- la sinfonía continuaba con aquella voz, en cuanto me di vuelta, su rostro coincidió con la música.
-Mmm, sí, quiero un Gin con agua tónica- mientras pronunciaba las palabras me daba cuenta de que no quería ninguna bebida, quería mirarle los ojos a ese Cristo rubio que se apareció del otro lado de la barra. Con ojos tan endiosados debería vender todo en aquel lugar.
- ¿No lo viste a mi hermano? Le dicen Pachu, no lo encuentro y mi mamá dice que se fue, yo vivo ahí atrás de los Iturraspe- Jesús vomitó una chorrera de preguntas más, y el Cristo rubio lo miró con ternura devoradora.
-Sí, tu papá es José, pero yo no sé dónde está tu hermano (si sabía dónde estaba, me miro fijamente como tratando de buscar una explicación en mis ojos), no debe estar muy lejos seguro…estem, quizás estás más contento y paseando- le temblaron las manos al preparar ese gin-tonic.
Jesús salió por todas las mesas a indagar un poco, yo me senté en la barra y descubrí como el miedo podía darme tanta sed que casi me emborrache con tan solo mirar el trago.
-Vos sos la vecina nueva, acá se cuentan todo, perdoname… ¿No te da miedo vivir ahí de los Iturraspe?...Soy Antonio, ¿Vos?- el Cristo tenía nombre y preparaba los mejores gin-tonic del mundo.
-Soy la vecina nueva, un gusto, está muy rico esto, cuando yo vivía iba a un lugar dónde lo hacían horrible y vomitaba siempre-
-Es difícil estar vivo, si, ¿Pero…es que Jesús no sabe que su hermano murió?- Con su primera afirmación creí que ya lo sabía todo de mi.
-No, no sabe nada, bah, no sé, no entiendo cómo ni hasta cuando le van a decir que está lejos-
-No te preocupes, pasan estas cosas por acá, gente que se esconde de la policía, minas que se ocultan de sus maridos violentos, nenes buscan a sus hermanos muertos y vecinas nuevas sin nombre beben para olvidarse de algo- Se le sala la sonrisa más linda por los ojos.
- Es que estoy muerta y sola, tengo que olvidarme de que estaba viva y esas cosas que me eran cotidianas- que lindo que era mi gin-tonic.
Hablamos algo más hasta que Jesús volvió sin noticias. Antonio me invitó a pasear cuando quisiera, yo le dije que iba a estar muy desocupada, pero no creo que me invite a pasear, espero que sí, me gustaría pasear con él como cinco años seguidos y hacer botes con masitas de agua.
Jesús y yo salimos y nos sentamos en el pasto, yo le pedí que mirara para arriba, miramos para arriba y nos pusimos a decirnos la verdad:
-Me gustan las estrellas, pero no como le gustan a la gente, a mi me gustan de verdad, yo me casaría con una-
- Che, lechuza, callante un poco- me obligó.
-bueno, está bien, pero todo este asunto me pone romántica-
Un largo silencio nos cubrió…
-¿Mi hermano está muerto no?- la afirmación, fue una afirmación.
- ¿Y para que lo buscas si lo sabes?- Quería llorar.
- Quería saber si alguien me decía la verdad, por ahí alguno me decía que estaba muerto, pero ni siquiera vos te animaste-
-Nos vamos volviendo cada día menos naturales-
-No entiendo-
- Nunca te olvides de decirle a nadie cuando alguien se muere-
Lloré un poco, porque soy más grande y vi más películas tristes, el no lloró y empezó a contarme de cómo la maestra les pegaba figuritas a los chicos que iban con las zapatillas limpias y se moría de rabia.

martes, 12 de julio de 2011

¡Oh Jesús!

Jesús insistía en saber mi nombre, le dije que no era necesario, si al fin de cuentas diga el nombre que diga, él iba a creerme y yo iba a mentirle, volví a proponerle que me llame como más le guste…

-Lechuza te vas a llamar- me dijo bien fuerte tapando mis habladurías del ser

-¿Lechuza…? ¿Por qué lechuza?, no sé si me gusta mucho, che- lechuza no era un buen nombre para una vecina de un niño, enseguida iban a creer que era alguna especie de narcotraficante o dueña de un burdel.

-Lechuza, si, porque tenes ojos grandotes- cerro los ojitos un poco y me lo dijo entre unas risas y los dientes apretados.

Los dos nos reímos bastante y le dije que apenas terminara de comer saldríamos a buscar a su hermanito, ese chico no podría estar muy lejos, quizás podríamos explorar un poco el barcito y el basural. De la casa salió una mujerota muy grande y con los pelos larguísimos pidiéndole a Jesús que entre a comer, ella se veía muy triste en verdad, quizás nunca vi a un ser humano tan triste, digamos, que al menos no lo disimulara, esos ojos estaban casi en una burbuja de agua. Jesús me saludó y prometió tocarme la puerta a penas terminara ese guiso que olía a mil maravillas.

Cuando volví a la casa me recosté un rato a pensar y lo único que obtuve fue una serie de incoherencias inconexas, entonces saqué unos libros, “Antología de la poesía sexual”, abrí una página al azar:

Laurel.

Entre tus flores frescas me zambullo, mujer.

Y paso un dedo para resfrescarme, mujer.

Traje flores para tus flores y fumarlas

mientras te penetro con mi minúsculo pene.

Enseguida pensé que aquello no hubiese excitado a nadie, era verdaderamente horrible y volví a leer algunas líneas del libro, pero nada. Ocurre que en esos casos acudo a mi libro preferido y leo algunos párrafos para sentirme bien después de haber entrado en lecturas vergonzosas, así fue como saqué “En el camino” y me relajé un poco con el querido Jack.

La noche, amiga, entró rápidamente por toda la casa envolviéndola en una locura mística y fantasmal. Eran casi las 8.30 cuando la puerta sonó repentinamente luego de un silencio abismal entre lectura-realidad.

Abrí la puerta y ahí estaba, lleno de paquetes de comida y una jaula de veterinaria. Estaba sencillamente hermoso (creo que allí me di cuenta que deseaba tenerlo en ese sillón enorme para acariciarle la cabeza, cosa que no significa que me guste o que esté enamorada, ni eso.)

Lucas entró, puso los paquetes en la mesa y alzó con fuerza la jaula que traía:

-Saluda a… Boyo, Boyo es tu gato nuevo- me dijo mirando la jaula de dónde se asomaba un verdadero bollo de pelos anaranjado y chiquito como un peluche barato.

Saque a Boyo de su jaula y casi lo ingiero de besos, era hermoso y tranquilo, caliente y suave. Los tres nos sentamos en el sillón y abracé a Lucas tan fuerte como pude, tan fuerte que casi me odia.

-Es muy hermoso, pero… es muy chiquito, me da miedo que se meta en algún lugar y que se lo coman esas ratas enormes que hay acá- Lucas no me escuchaba ahora, los dos mirábamos a Boyo y yo tampoco me escuchaba.

Lucas abrió un paquete de empanadas y empezó a contarme como estaba todo en el mundo de los vivos mientras devoraba una de jamón y queso. Resulta que mis papás hicieron una reunión en mi memoria y él fue invitado, me mostró unas fotos y todo. La cuestión es que leyeron unos poemas horribles que escribí cuando tenía nueve años y colgaron fotos mías espantosas de cuando tenía trece años y tenía el cuerpo desproporcionado pero el pelo radiante. A demás me contó que mi papá estaba sentado en una silla tomando ligeramente y que jamás pronunció una palabra y no miró a nadie en absoluto, mi mamá…bueno, ella sí hizo algunas actuaciones importantes, supuestamente lloró en todo el almuerzo y no paró de repetir que todo había sido culpa de mis amigos. Mis amigos no estaban.

-Lu, ¿viste a los caseros?, uno de sus nenes se escapó y no lo encuentran, hoy hable con Jesús, es muy buen chico, estaba muy preocupado- lo interrumpí abruptamente, no me importaba saber qué clase de espectáculos mortuorios estaban haciendo en mi honor. Y seguro los chicos estaban estudiando y esas cosas.

-Espera…tus amigos colgaron algunas cosas en facebook para vos, creo que no les parecía buena idea ir al show de tu mamá, escribieron cosas muy hermosas…mañana voy a imprimirlas. Y con respecto a Jesús, jamás te imaginé cristiana, linda…- Se rió un poco, pero luego me aclaro:

- Hace unas semanas el hermanito de Jesús murió, él estaba muy enfermo, tenía Leucemia, me encargué un poco de la situación pero Cristian…o Pachu como le dice Jesús, estaba muy mal. Jesús estuvo todos estos días de sus abuelos y es la primera vez que no lo ve en casa- Jamás iba a transformársele su cara para dar estas noticias, era impecable-

-Lu, pero ese nene no sabe nada y quiere ir a buscarlo- yo estaba terriblemente afectada, había hecho una promesa, pero ahora tenía que lidiar con un muerto de verdad.

Lucas se paro y me dejo un montón de empanadas de verdura, me abrazó, estaba muy cálido y tenía una de esas remeras lindas que se pone, y…se fue. Apenas abrí la puerta para verlo ir, Jesús venía en camino con una mochila anaranjada y la misma remera de hoy a la tardecita.

-Traje una linterna, porque está muy oscuro, ¿Vamos a buscarlo a mi hermano?- fue casi como una orden, la orden más triste que me dieron en mi vida. Traía un entusiasmo de cartuchera nueva con lápices de puntas largas y antes de darle un falso “sí”, lo abracé pero él no quiso.

sábado, 14 de mayo de 2011

Nombrar es lo que tranquiliza.

III

Lentamente caminó hacia la ventana, dónde me inmovilicé observándolo andar por el sembrado como si el mismo hubiese brotado de allí. Descalzo, enterrando sus pequeños piecitos en la tierra, y eso es algo que verdaderamente me inquieta, es una costumbre terrible que heredé de mi mamá, no disfrutar de los pies libres, tomando aire y clavándose en la hierba como raíces movedizas. Cuando nos encontramos enfrentados de una vez por todas, sonrió distraídamente como si con los ojos le hubiese propuesto tomar un helado o regalarle figuritas, pero al verlo, me di cuenta de que no era de esos chicos que se ablandan con cualquier objeto brillante. Nos quedamos unos minutos muy cortos analizándonos y corrió rodeando la casa.

Estaba emocionada, verdaderamente, creo que las presentaciones silenciosas y visuales son las más sinceras. Pero no era eso lo que me estaba alegrando de repente, el que sea un niño aquel visitante inesperado era una maravilla, faltaban los gatos y quizás hasta podía recostarme tranquila por ahí a mirar una mancha de humedad y hablar con ella.

Salí a buscarlo y me guié un poco por ese aroma que había sentido antes, quizás venía de la casa de los caseros (la casa de los caseros y sus caseritos). Antes de chocarme con una pequeña y humilde casa, de la cual provenía el mejor aroma que había sentido de algo que seguramente era comestible y caluroso, me encontré con el pequeño y su remera de Garfield bastante manchada, sentado al lado de la puerta de aquella casa, tirando piedras a un vasito de plástico que había a unos centímetros de él.

-¿No viste a mi hermano por la Casa Grande?- me dijo señalando mi enorme escondite póstumo.

- Quizás… ¿Se te perdió?- le dije mientras me agachaba, deseaba estar a su altura y hasta tirar algunas piedritas a aquel vaso también.

-Eso me dicen mi mamá y mi papá, dicen que se ha perdido esta mañana, cuando yo estaba en la escuela, él se quedo, tenía fiebre-

(Nosotros también teníamos fiebre. Mucha fiebre. La fiebre del desencontrado. Muy pocos humanos la adquieren y allí estábamos los que portábamos el virus. Yo con un presentimiento horrible de que alguien se me había perdido y unas ganas de desvanecerme en el sillón y mi vecino, con unos dientes creciéndoles y otros huecos dónde pronto aparecerían, buscaba entre los minutos que pasaban y entre encontrar una nueva piedrita para tirar en el vaso, a su hermano.)

-Le decimos Pachu, a él se le cayeron las paletas recién y a mi estos de acá abajo (se puso el dedo entre lo que ya era un túnel), mi mamá dice que quizás se fue a estudiar al extranjero- pronunció la palabra “extranjero” como si fuera algo desconocido, quizás pensó en alguna otra realidad o que era una palabra de otro idioma.

-El día que se me cayó mi primer diente, me contaron que Papá Noel no existía, fue espantoso, jamás en mi vida lloré tanto…- no entiendo porque le estaba contando esto, de repente me encontré con que quizás yo le estaba dando el notición.

-¿De quién es papá ese?- me respondió agitando un grupo de piedritas con la mano.

-Es papá del capitalismo- le sonreí. Nunca les hablo a los niños como tales.

- Pobre chico, ¿Y qué?... ¿no tiene más papá?- se lamentó.

-Sí, tiene unos cuanto padres, no te preocupes, él tampoco se anda portando muy bien- le respondí acercándome un poco más y tocándole la cabeza. Noté que esta actitud lo puso un poco intranquilo y me miró fijamente.

-¿Vos cómo te llamas? ¿Sos amiga de Lucas vos? Yo me llamo Jesus ¿y vos?- estaba muy ansioso.

- Es que ahora no tengo nombre, ni apellido ¿Te gustaría ponerme un nombre?- la idea me pareció jugosa. A Jesús le chorreaba baba por los ojos. Era un niño muy ocular, digamos, hablaba casi por allí.

-No se me ocurre nada, otro día te digo, ¿Cómo te llamabas antes? ¿Cómo te puso tu mamá y tu papá?- ambos nos miramos y yo le mostré una piedrita, la cual tiré en dirección al vaso, pero se perdió por la tierra, tengo una puntería desastrosa.

lunes, 18 de abril de 2011

En el Chaco Chico


II

Ustedes se preguntarán ¿Qué hay luego de la General paz? Y la respuesta es un hermoso basural lleno de perros simpáticos, gallinas y los niños más bellos con los rostros de tierra. Los abuelos de Lucas tenían una quinta ahí, una quinta de esas dónde se cultivan repollos y lechugas, no hablo de esas quintas de techos de tejas y piletas cristalinas dónde una rubia planea ser una tostada rebozada.

Ambos sabíamos que esto era la locura más grande que íbamos a hacer en nuestras vidas, incluso si algún día planeábamos fugarnos al áfrica desnudos en el lomo de un burro, nada podría compararse con mi suicidio de cotillón. Era la excitación más grande que había experimentado, pero hubo pequeños segundos en dónde sentí una pena gigantesca. Pensaba en mis gatos, Pan y Milonguita, sentados en la escalera de la casa dónde había estado viva, uno en el primer escalón y el otro unos escalones más abajo, mirando la puerta y atentos a cada sonido. Para mis gatos cada sonido podría ser yo, pero ahora resultaba el viento una especie de simulacro de mi llegada.

Lucas no estaba loco, no le importaban mucho las cuestiones morales y sobre todo “morales y de la familia”, es bastante paradójico ¿no?...digo, para un médico, pero él no era un médico común, él era un niño que sabía medicina. Sus promedios eran altísimos, su belleza espesa, pura y directa como un francés circense, esos que no te alcanzan los metros para medirles las piernas y unos resortes castaños en la cabeza, sin peinar.

Él venía detrás de mí, caminábamos por el sendero que llevaba a la casa. A lo lejos se veía una vieja casona, enorme, con unas ventanas grandísimas, las puertas parecían hechas para un gigante. Veníamos trayendo un silencio muy cómodo hasta que una afirmación un poco burlesca lo rompió:

-Estás puertas son el triple de tu tamaño, parecés una artesanía de Bariloche, esos enanos deformes que venden por todos lados- me dijo con una mueca muy graciosa, supongo que creyó que aquello iba a animarme, pero no lo necesitaba.

-Voy a precisar de mis gatos- le conteste con mi cara de Lolita –o al menos necesito un informe detallado de cada movimiento que ejecuten durante el día - estaba bastante precipitada.

-Vamos a dibujar unos ojos de gatos y los vamos a pegar en la cocina ¿Qué decís?- Lucas hablaba como un sueño, estar con él es básicamente como estar soñando –y no te preocupes, te traigo el informe detallado, en un folio impecable- agregó rápidamente mientras abría las puertas y la casa me saludó.

Pronto me mostró todas las instalaciones, estaba impecable, sus abuelos no venían nunca, pero él siempre volvía del hospital y leía a Kafka sentado en el sillón dónde hoy me recostaría a pensar en mis gatos e imaginarme cómo iba a divertirme de aquí en adelante ahora que estaba muerta.

Lucas se sentó en la mesa del comedor (un comedor enorme) y sacó un bloc de hojitas amarillas con pegatina detrás, una birome azul, despegó todas las pegatinas y dibujó unos ojos ovalados y felinos, grandes como los de Milonguita, pero nada bellos comparados a los verdaderos. Cuando terminó trajo todas las hojitas a la cocina y mientras yo guardaba un jugo de naranja y leche descremada en la heladera, él llenó de ojos por todas las paredes y yo sonreía desplegadamente.

-Tengo que irme, a las seis tengo una cirugía, llamame, a la hora que sea…a la hora que quieras, te traigo un gatito- soltó esa última frase y me enmudeció el rostro entero con una sonrisa.

Salió casi corriendo de la casa y cuando azotó la puerta, sentía como mi nuevo hogar me comía poco a poco, me comía con una soledad hambrienta, casi había olvidado porque estaba ahí y estuve al borde de llamar a mis amigas para que pintemos las paredes con algunas caras de gusanos mutantes o abrir esos vinos de aspecto millonario que había es una pequeña bodega muy fresca debajo de la cocina. Me senté en el sillón, miré los cuadros (horribles), olí un poco una extraña brisa que entraba desde el fondo de la casa, una brisa sabrosa por cierto, miré por las ventanas que daban a la quinta dónde crecían unos repollos enormes, cuando de pronto de las cabezas abiertas de los repollos, visualicé a un niño, un niño que los pisaba y corría hacia la ventana cuando me vio observarlo.



v.

jueves, 7 de abril de 2011

Capitulo Primero.

I

Si de pronto me encontrara conviviendo con alguien, bajo cualquiera de aquellas circunstancias límites que te obligan a hacerlo (puede que sea la falta de dinero o un miedo irracional a los ladrones o niñas diabólicas) seguramente mi compañero quisiera abrirme cual si fuese un pollo o un cerdo de navidad. En navidad me ocurre algo muy parecido con mis primas, unas mamushkas preciosas que le dan a la lengua del español, sobre botas y tapados originales. Como ningunas otras en esta tierra sus lenguas deben ser el músculo más ejercitado de su cuerpo, pero no prueban un bocado, creen que es finísimo no comer, como mi mamá, que corta un tomate al medio, le pone orégano y una rodaja de queso enrollada como un cadáver de la segunda guerra mundial(cuando pudieron cubrirlos con algo, claro).

A lo que iba, no creo que a nadie le apetezca vivir conmigo, soy demasiado limpia para mi edad y no tolero ni las arrugas en los sillones ni las alfombras con cenizas. Mis amigas me odian por eso y por miles de detalles más, pero yo las amo profundamente y la única razón de aquella profundidad es que cada una de ellas es sinceramente inigualable y no han pretendido simular ninguna apariencia artificial o de la televisión, solo se han ocupado de ser ellas mismas y eso es lo que me agrada de los seres humanos que permito que me rodeen, que al contrario de mi son irrepetibles y llenos de pureza, yo en cambio me dedico a montar personajes, uno por día según mi estado de ánimo y cuando estoy preparada puede ser que lo haga varias veces en el día, no es que sea una farsante ni nada por el estilo, lo hago para sobrevivir del resto, digamos, he probado con la vida espiritual y la tolerancia y no es que sea intolerante, no, todo lo contrario, puedo amarlo con locura incluso a usted, que no lo conozco. La razón es porque me aburren, los seres humanos cuando uno no logra conocerlos en profundidad a veces (casi siempre) aburren.

Un día, en otoño, decidí irme a vivir sola, dónde planearía mis personajes y podría tomarme seis ibuprofenos si se me apeteciese cuando aparecen mis jaquecas imperiales. Pero para no lidiar con compañeros de habitación me suicidé...bueno, es decir...tuve que aparentar que había muerto. Todos lo creían menos mi abuela y Lucas.

En una de mis reuniones con el grupo Del Gorrión (un grupo de auto ayuda, que terminó en un rejunte de narcóticos), Lucas, que era médico, nos contó cómo podríamos simular una muerte, una simulación que duraría 5 horas, lo suficiente para que lleven a cabo todo lo que especifiqué en la nota de adiós:

Mamá y papá: me tuve que matar porque necesitaba saber unas cosas de la muerte antes de que me pase naturalmente. No quiero funeral ni entierro, me tomé tantas pastillas que seguramente empezaré a vomitar en medio del velatorio y todos tendrán un recuerdo muy poco fino de mí, por eso, busquen unas bolsas grandes y tírenme a la Setúbal cuanto antes, tampoco quiero médicos, pero si sus instintos de padres los obligaran hablen con Lucas, 4567891.

Los amo.


(continuará)


Venus.