sábado, 14 de mayo de 2011

Nombrar es lo que tranquiliza.

III

Lentamente caminó hacia la ventana, dónde me inmovilicé observándolo andar por el sembrado como si el mismo hubiese brotado de allí. Descalzo, enterrando sus pequeños piecitos en la tierra, y eso es algo que verdaderamente me inquieta, es una costumbre terrible que heredé de mi mamá, no disfrutar de los pies libres, tomando aire y clavándose en la hierba como raíces movedizas. Cuando nos encontramos enfrentados de una vez por todas, sonrió distraídamente como si con los ojos le hubiese propuesto tomar un helado o regalarle figuritas, pero al verlo, me di cuenta de que no era de esos chicos que se ablandan con cualquier objeto brillante. Nos quedamos unos minutos muy cortos analizándonos y corrió rodeando la casa.

Estaba emocionada, verdaderamente, creo que las presentaciones silenciosas y visuales son las más sinceras. Pero no era eso lo que me estaba alegrando de repente, el que sea un niño aquel visitante inesperado era una maravilla, faltaban los gatos y quizás hasta podía recostarme tranquila por ahí a mirar una mancha de humedad y hablar con ella.

Salí a buscarlo y me guié un poco por ese aroma que había sentido antes, quizás venía de la casa de los caseros (la casa de los caseros y sus caseritos). Antes de chocarme con una pequeña y humilde casa, de la cual provenía el mejor aroma que había sentido de algo que seguramente era comestible y caluroso, me encontré con el pequeño y su remera de Garfield bastante manchada, sentado al lado de la puerta de aquella casa, tirando piedras a un vasito de plástico que había a unos centímetros de él.

-¿No viste a mi hermano por la Casa Grande?- me dijo señalando mi enorme escondite póstumo.

- Quizás… ¿Se te perdió?- le dije mientras me agachaba, deseaba estar a su altura y hasta tirar algunas piedritas a aquel vaso también.

-Eso me dicen mi mamá y mi papá, dicen que se ha perdido esta mañana, cuando yo estaba en la escuela, él se quedo, tenía fiebre-

(Nosotros también teníamos fiebre. Mucha fiebre. La fiebre del desencontrado. Muy pocos humanos la adquieren y allí estábamos los que portábamos el virus. Yo con un presentimiento horrible de que alguien se me había perdido y unas ganas de desvanecerme en el sillón y mi vecino, con unos dientes creciéndoles y otros huecos dónde pronto aparecerían, buscaba entre los minutos que pasaban y entre encontrar una nueva piedrita para tirar en el vaso, a su hermano.)

-Le decimos Pachu, a él se le cayeron las paletas recién y a mi estos de acá abajo (se puso el dedo entre lo que ya era un túnel), mi mamá dice que quizás se fue a estudiar al extranjero- pronunció la palabra “extranjero” como si fuera algo desconocido, quizás pensó en alguna otra realidad o que era una palabra de otro idioma.

-El día que se me cayó mi primer diente, me contaron que Papá Noel no existía, fue espantoso, jamás en mi vida lloré tanto…- no entiendo porque le estaba contando esto, de repente me encontré con que quizás yo le estaba dando el notición.

-¿De quién es papá ese?- me respondió agitando un grupo de piedritas con la mano.

-Es papá del capitalismo- le sonreí. Nunca les hablo a los niños como tales.

- Pobre chico, ¿Y qué?... ¿no tiene más papá?- se lamentó.

-Sí, tiene unos cuanto padres, no te preocupes, él tampoco se anda portando muy bien- le respondí acercándome un poco más y tocándole la cabeza. Noté que esta actitud lo puso un poco intranquilo y me miró fijamente.

-¿Vos cómo te llamas? ¿Sos amiga de Lucas vos? Yo me llamo Jesus ¿y vos?- estaba muy ansioso.

- Es que ahora no tengo nombre, ni apellido ¿Te gustaría ponerme un nombre?- la idea me pareció jugosa. A Jesús le chorreaba baba por los ojos. Era un niño muy ocular, digamos, hablaba casi por allí.

-No se me ocurre nada, otro día te digo, ¿Cómo te llamabas antes? ¿Cómo te puso tu mamá y tu papá?- ambos nos miramos y yo le mostré una piedrita, la cual tiré en dirección al vaso, pero se perdió por la tierra, tengo una puntería desastrosa.

1 comentario:

  1. Me hace acordar a una amiga, que me decía que los nombres eran cárceles, entonces nos nombrábamos diferente cada vez que nos veíamos, o nos conocíamos. En fin. Tendrías que escribir menos mejor que yo, me está naciendo la Envidia ya. Besis.

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