III
Lentamente caminó hacia la ventana, dónde me inmovilicé observándolo andar por el sembrado como si el mismo hubiese brotado de allí. Descalzo, enterrando sus pequeños piecitos en la tierra, y eso es algo que verdaderamente me inquieta, es una costumbre terrible que heredé de mi mamá, no disfrutar de los pies libres, tomando aire y clavándose en la hierba como raíces movedizas. Cuando nos encontramos enfrentados de una vez por todas, sonrió distraídamente como si con los ojos le hubiese propuesto tomar un helado o regalarle figuritas, pero al verlo, me di cuenta de que no era de esos chicos que se ablandan con cualquier objeto brillante. Nos quedamos unos minutos muy cortos analizándonos y corrió rodeando la casa.
Estaba emocionada, verdaderamente, creo que las presentaciones silenciosas y visuales son las más sinceras. Pero no era eso lo que me estaba alegrando de repente, el que sea un niño aquel visitante inesperado era una maravilla, faltaban los gatos y quizás hasta podía recostarme tranquila por ahí a mirar una mancha de humedad y hablar con ella.
Salí a buscarlo y me guié un poco por ese aroma que había sentido antes, quizás venía de la casa de los caseros (la casa de los caseros y sus caseritos). Antes de chocarme con una pequeña y humilde casa, de la cual provenía el mejor aroma que había sentido de algo que seguramente era comestible y caluroso, me encontré con el pequeño y su remera de Garfield bastante manchada, sentado al lado de la puerta de aquella casa, tirando piedras a un vasito de plástico que había a unos centímetros de él.
-¿No viste a mi hermano por la Casa Grande?- me dijo señalando mi enorme escondite póstumo.
- Quizás… ¿Se te perdió?- le dije mientras me agachaba, deseaba estar a su altura y hasta tirar algunas piedritas a aquel vaso también.
-Eso me dicen mi mamá y mi papá, dicen que se ha perdido esta mañana, cuando yo estaba en la escuela, él se quedo, tenía fiebre-
(Nosotros también teníamos fiebre. Mucha fiebre. La fiebre del desencontrado. Muy pocos humanos la adquieren y allí estábamos los que portábamos el virus. Yo con un presentimiento horrible de que alguien se me había perdido y unas ganas de desvanecerme en el sillón y mi vecino, con unos dientes creciéndoles y otros huecos dónde pronto aparecerían, buscaba entre los minutos que pasaban y entre encontrar una nueva piedrita para tirar en el vaso, a su hermano.)
-Le decimos Pachu, a él se le cayeron las paletas recién y a mi estos de acá abajo (se puso el dedo entre lo que ya era un túnel), mi mamá dice que quizás se fue a estudiar al extranjero- pronunció la palabra “extranjero” como si fuera algo desconocido, quizás pensó en alguna otra realidad o que era una palabra de otro idioma.
-El día que se me cayó mi primer diente, me contaron que Papá Noel no existía, fue espantoso, jamás en mi vida lloré tanto…- no entiendo porque le estaba contando esto, de repente me encontré con que quizás yo le estaba dando el notición.
-¿De quién es papá ese?- me respondió agitando un grupo de piedritas con la mano.
-Es papá del capitalismo- le sonreí. Nunca les hablo a los niños como tales.
- Pobre chico, ¿Y qué?... ¿no tiene más papá?- se lamentó.
-Sí, tiene unos cuanto padres, no te preocupes, él tampoco se anda portando muy bien- le respondí acercándome un poco más y tocándole la cabeza. Noté que esta actitud lo puso un poco intranquilo y me miró fijamente.
-¿Vos cómo te llamas? ¿Sos amiga de Lucas vos? Yo me llamo Jesus ¿y vos?- estaba muy ansioso.
- Es que ahora no tengo nombre, ni apellido ¿Te gustaría ponerme un nombre?- la idea me pareció jugosa. A Jesús le chorreaba baba por los ojos. Era un niño muy ocular, digamos, hablaba casi por allí.
-No se me ocurre nada, otro día te digo, ¿Cómo te llamabas antes? ¿Cómo te puso tu mamá y tu papá?- ambos nos miramos y yo le mostré una piedrita, la cual tiré en dirección al vaso, pero se perdió por la tierra, tengo una puntería desastrosa.
Me hace acordar a una amiga, que me decía que los nombres eran cárceles, entonces nos nombrábamos diferente cada vez que nos veíamos, o nos conocíamos. En fin. Tendrías que escribir menos mejor que yo, me está naciendo la Envidia ya. Besis.
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